Javier Vázquez Pintura

Las líneas vigorosas y brutales de las obras de Javier Vázquez crean espacios modernos y familiares que revelan numerosas ideas contemporáneas, ajenas a la definición clásica del género del paisaje. Ya no se trata tan solo de sentir, a través de la representación naturalista o realista, un placer puramente visual sino de apelar al intelecto permitiendo crear una experiencia plena entre artista y espectador.

Los trazos de estas dos series Migraciones (2006) y En tránsito (2008) nos invitan a contemplar su versión de paisajes, apelando a un imaginario común con tintes subjetivos. Las líneas otorgan, en definitiva, un gran potencial narrativo creando un juego entre la horizontalidad protagonista y la verticalidad de diferentes elementos no naturales, que finalmente se integran en el ambiente que les rodea. La naturaleza es así invadida por los conceptos de industrialización y crecimiento urbano que aparecen en formas de manchas de monumentales naves, de humo de fábricas y edificios totalmente anónimos.

Mediante representaciones casi naïf, como los barcos a vapor, y unas composiciones casi minimalistas, el artista no deja indiferente a nadie y sugiere temas de gran relevancia que trascienden cualquier limite temporal y se repiten continuamente: los viajes, las migraciones y el crecimiento urbano frenético y anónimo. Todas las obras podrían crear un recorrido común que inicia en el viaje hacia un futuro incierto, con la nostalgia a cuestas y la llegada a ciudades vertiginosas consolidando el miedo y la incertidumbre. Incluso las figuras mantienen esta esencia anónima pero común en términos globales. Son sombras, no son perceptibles, no sabemos si van o vienen pero están, existen.

En la era digital en la que vivimos y en la que numerosos artistas (y no artistas) buscan “likes” en la representación de paisajes globales que, a pesar de ser únicos, se vuelven comunes y banales, se agradece tener artistas como Javier Vázquez que incomodan y buscan la creación de una estética contemporánea. No es políticamente correcto y se adentra en temas que están arraigados en la sociedad occidental. Lo hace de forma monocromática, acentuando la idea atemporal pero agregando un detalle de textura material (uso de chapas) que le da un carácter contemporáneo esencial para crear un diálogo con el público y hacer que la reflexión fluya. Nos invita a viajar con él manteniendo una experiencia propia, atada a recuerdos y concepciones totalmente subjetivas.